... "y vos/
corazoncito que mirás cualquier mañana como olvido/
no te olvides de olvidar el olvido"...
Juan Gelman
Agosto de l976. Un día frío y húmedo. Las primeras horas de la tarde. Lo último que
guardan en la baulera del ómnibus es la pelota de cuero de mi hijito de dos
años y medio ¡Mi gol! ¡Mi gol! Reclama. En su media lengua le resulta más fácil
llamar gol a la pelota, viaja sobre mi falda y la de la nona. Juega
inocentemente. Repaso en mi mente los días…
Dejamos el nene en lo de mis
viejos y pasamos la última noche en un hotel por horas. A la mañana siguiente
lo acompaño a tomar el colectivo que lo lleva a la Terminal. No nos
vemos desde entonces. Casi un mes.
El último día de trabajo en la escuela Musto. Mi compañera presiente porqué he renunciado sorpresivamente.. Quisiéramos darnos un
abrazo. Nos despedimos como todos los días.
El viaje se hace interminable. En cada parada mi chiquito
reclama ¡Mi gol! Después se conforma, sabe que va a ver a su papá. Se duerme
con un cuento de su nona criolla. Mi vieja. Hace un año tiene una hija presa,
con mi viejo le crían los nenes. Le sobró voluntad para acompañarme.
Llegamos a la mañana siguiente, después de más de diecisiete
horas de run run. Cargamos bolsos y valijas en un taxi, él lleva su “gol”. El sol
comienza a picar.
El puerto parece un hormiguero,
gente humilde viene y va con bolsos y
paquetes. Nos embarcamos apiñados, en una de las lanchas precarias que cruzan
el río.
¿Nos alejamos de qué? Busco las palabras…Patria, utopías,
realidad, pesadilla. Todas me duelen.El sol se refleja en cada pedacito de la superficie del
agua, estos vienen, van, se unen, se separan. Como cada una de las palabras, trocitos con los que he formado las imágenes del
terror. Se llevan a alguien, lo largan a los dos días, le pide a un amigo en
común: “avisales, que se vayan, me
preguntaron por él y por el flaco”. Pocos
días después van a buscarnos al domicilio donde
vivimos hasta el año anterior, nos
llaman a gritos. El departamentito está desocupado. Saltan el tapial,
abren las puertas de las habitaciones a
patadas. Revuelven unas pocas cosas inútiles. Suben a la terraza, se rompe el
tanque del agua, provoca un gran estruendo. Se descuelgan de los techos a
los departamentos contiguos, sacan a los vecinos en calzoncillos al patio, hace un frío
terrible.
Las imágenes se repiten, las
desarmo, se vuelven a formar.
Diviso la otra orilla. El sol
abraza, ya es medio día. Todo el paisaje tiene el tono rojizo de la tierra.
Escucho palabras nuevas. Encarnación
suena como el nombre de una tía, Paraguay
es melodiosa como una guarania. Paseras, mujeres
que pasan contrabando hormiga cargan sus bultos en la cabeza, se apresuran a
bajar. Una nube de mbarigüis nos sobrevuela, hay una hilera de karumbés aguardando pasajeros. Él nos está esperando. Nuestro
chiquito corre a sus brazos con su pelota. Nos abrazamos los tres. El niño es
feliz, le basta con saber decir papa, mamá, gol. No conoce esa nueva
palabra: “exilio”.
Berta L. Temporelli Junio de 2006
Imágenes Google: superior: Ciudad de Ecarnación, Paraguay abajo: Lancha que realizaba el cruce Posadas Encarnación.