miércoles, 29 de abril de 2009

Rapsodia en blue

Rapsodia en blue… ¿La oís? Sentémonos aquí, como cuando éramos chicas y mirábamos pasar el tren...
De aquel lugar sombrío y húmedo en el que estuviste encerrada, yo recuerdo grises, marrones, verdeoliva. Sólo una vez pude verte y fue en el “locutorio”.

Ignoraba que allá adentro te inventaste un paisaje con un diáfano cielo azul, como en aquellas viejas películas que veíamos cuando éramos chicas en el cine de la vuelta de casa. Tardíamente me regocijo al saber que imaginabas esas paredes como un mar al que arrojabas hacia el futuro botellas con mensajes.


¿Sabés una cosa? El mar azul radiante las arrastró y las arrastró. Están llegando a estas orillas. ¡Mirá, la gente las está recogiendo! ¡Ahora las abren! ¡Salen burbujitas! Comienzan a leer los mensajes mientras sonríen.


¿Qué hace aquella muchacha de ballerinas azul índigo
colgándose se esa tela? Comienza a envolverse mientras un joven interpreta el tema de George Gershwin en el saxo.


Un chiquito recoge las” florecillas azules, celestes y gualdas” de las páginas de “Platero y yo”.


Y ese señor de cabello canoso ¿Hacia dónde se dirige presuroso? ¡Ha tomado de la mano a una elegante señora mayor! ¡Comienzan a bailar mejilla a mejilla elevándose entre nubes azul turquesa!…

martes, 21 de abril de 2009

Tapiz


Realizado con recuerdos entrelazados con tristezas surgidas del intercambio de correos electrónicos:
Por aquella época no había de plástico, eran de madera, de ahí el nombre de “palito” para colgar la ropa. Ese simple objeto, tu “palito de la nostalgia”, trae a mi mente un recuerdo que se enlaza con otros no sé porqué extrañas asociaciones. Nuestra casa paterna, que construyó el nono Carlo. El patio trasero en el que colgábamos la ropa, los miedos nocturnos que nos producía esa parte sombría de la casa, que nos parecía tan apartada cuando niñas… al golpe bajo lo recibo yo, pero no puedo evitarlo, aunque sé que no te gustan.



Mi primer trabajo fue en una cooperativa de créditos. Usaba como uniforme un guardapolvo azul marino. Lo había lavado y tendido como todos los domingos.



Al atardecer llegó Pedro con un compañero, “Gerardo”, lo presentó. Era alto, rubio, con cara de gringo bueno. Al poco rato conversábamos con él como si lo conociéramos desde siempre.

…¡Qué cosa! Si hasta me acuerdo de aquella tarde de domingo en que vos y Pedro charlaban en el comedorcito con Gerardo, yo los veía mientras iba y venía para “la piecita” que usaba para hacer mis trabajos de la Escuela de Bellas Artes, yo le decía “mi atelier”, recién comenzaba la carrera…



…creo que me lo presentaron cuando fui a la cocina…en algún momento pensé cuánto que hablan de política y cuanto saben, porque yo sólo sabía lo poco que iba leyendo o escuchando en algunas reuniones…

Hacía frío y era noche cerrada cuando recordé que debía recoger mi uniforme y plancharlo para el día siguiente. Ir al patio de atrás nos causaba bastante fastidio y así lo manifesté.


Gerardo se ofreció a acompañarme. Acepté porque no me pareció una galantería, o el gesto de un seductor, por el contrario, me pareció fraternal. Fuimos hacia el fondo de casa a buscar mi uniforme. Recuerdo el cielo azul profundo y estrellado y la cercanía protectora de un verdadero compañero, casi un hermano.



Fue una de las pocas veces que vi a Gerardo. Él había dejado el seminario y vivía en Buenos Aires. Después nos enteramos que se había casado.

Parece mentira, la tengo como fotografiada a esa tarde mirándolos desde el patio. Los veía sentados charlando ,creo que tomando mate, debe ser la única vez que él fue a nuestra casa, así que seguro fue el día que yo recuerdo…

Pocos años más tarde festejábamos el casamiento de unos compañeros cuando llegaron con la noticia que corría como una ráfaga helada paralizándonos.



...Yo estaba en una peña en Ate, no entendía muy bien…
También nosotros esrábamos allí. Al día siguiente nos levantamos muy temprano y nos dirigimos a la casa de su familia en barrio La Guardia. Su esposa estaba embarazada. Me costó reconocerlo, llevaba barba.



Conociste a Ana…
Sabes algo de Anita??? Le perdí el rastro, me gustaría ubicarla…
…en el 76, las dos estaban detenidas en la Alcaidía. Te contó que tenía un nene llamado Gerardo, te sorprendiste con la coincidencia y le contaste que tu hermana le había puesto Gerardo a su hijito porque así lo prometió ante el cadáver de Ferrari, aquel compañero asesinado en una villa de Buenos Aires una noche de mayo de 1969. Entonces supiste que Ana era hermana de aquel Gerardo. Abril de 2009

sábado, 18 de abril de 2009

Tuve una nona de ojos azules


¿Qué habrás hecho del recuerdo de aromas y arrullos? ¿Acaso los trajiste junto a las sábanas, las cuffias, los fazzolettos, los camisones con puntillas y el ajuar del bambín en el baúl? O tal vez los arrojaste a ese mar desgarrante para no cargar con el pesado bagaje de la nostalgia, sabiendo que te alejabas para siempre de tus seres queridos y de tu tierra natal.


Llegaste a l' América muy joven, pero ya casada y con un piccinino, el Juanín. Te esperaba tu esposo que había venido un tiempo antes.


El Carlo fue el pare que comenzó la construcción de la casa que se agrandaba con la llegada de otros hijos y vos la mare Marieta que fundaba su lar. Pronto se llenó de bambinos que correteaban por el patio.


Te dabas tiempo hasta para cuidar las plantas de flores que perfumaban la galería.


Cambiaban las costumbres del hogar, olores y sabores de estas regiones se confundían con los de tu Italia lejana. Contrariando a la superstición que dice que donde hay hortensias las jóvenes se quedan solteras, todas tus hijas, de ojos azules, se casaban.


El menor de los varones, el que había trabajado de albañil con los anarquistas paisanos del pare, el más rebelde, se animó y te presentó a su novia, una joven criolla de piel oscura ¡Grezoud! ¿Cómo se atrevió? Pensaron algunos. Pero vos, contrariando el sentir de los de tu tierra, le abriste tu corazón a la muchacha. Al poco tiempo cerraste para siempre tus ojos azules. Han pasado casi setenta años, yo no había nacido aún.


Algunas tardes de primavera, en la vieja galería se oye el eco de antiguas canciones piamontesas mientras la brisa suave trae perfumes desconocidos. Entonces yo, que heredé la rebeldía de mi padre de ojos azules y la tez morena de mi madre me encuentro con vos, mi nona gringa que no conocí. 26-10-07.