viernes, 13 de diciembre de 2013

Palabras nuevas

      
... "y vos/
    corazoncito que mirás cualquier mañana como olvido/
    no te olvides de olvidar el olvido"...
Juan Gelman


 Agosto de l976. Un día frío y húmedo.  Las primeras horas de la tarde. Lo último que guardan en la baulera del ómnibus es la pelota de cuero de mi hijito de dos años y medio ¡Mi gol! ¡Mi gol! Reclama. En su media lengua le resulta más fácil llamar gol a la pelota, viaja sobre mi falda y la de la nona. Juega inocentemente. Repaso en mi mente los días…

 Dejamos el nene en lo de mis viejos y pasamos la última noche en un hotel por horas. A la mañana siguiente lo acompaño a tomar el colectivo que lo lleva a la Terminal. No nos vemos desde entonces. Casi un mes.

El último día de  trabajo en  la escuela Musto. Mi compañera presiente  porqué he renunciado sorpresivamente.. Quisiéramos darnos un abrazo. Nos despedimos como todos los días.

El viaje se hace interminable. En cada parada mi chiquito reclama ¡Mi gol! Después se conforma, sabe que va a ver a su papá. Se duerme con un cuento de su nona criolla. Mi vieja. Hace un año tiene una hija presa, con mi viejo le crían los nenes. Le sobró voluntad para acompañarme.

Llegamos a la mañana siguiente, después de más de diecisiete horas de run run. Cargamos bolsos y valijas en un taxi, él lleva su “gol”. El sol comienza a  picar.

 El puerto parece un hormiguero, gente humilde  viene y va con bolsos y paquetes. Nos embarcamos apiñados, en una de las lanchas precarias que cruzan el río.

¿Nos alejamos de qué? Busco las palabrasPatria, utopías, realidad, pesadilla. Todas me duelen.El sol se refleja en cada pedacito de la superficie del agua, estos vienen, van, se unen, se separan. Como cada una de las palabras, trocitos  con los que he formado las imágenes del terror. Se llevan a alguien, lo largan a los dos días, le pide a un amigo en común: “avisales, que se vayan, me preguntaron por él y por el flaco”. Pocos días después van a buscarnos al domicilio donde  vivimos hasta el año anterior, nos  llaman a gritos. El departamentito está desocupado. Saltan el tapial, abren las puertas de las  habitaciones a patadas. Revuelven unas pocas cosas inútiles. Suben a la terraza, se rompe el tanque del agua, provoca un gran estruendo. Se descuelgan de los techos a los departamentos contiguos, sacan a los vecinos en  calzoncillos al patio, hace un frío terrible. 
             Las imágenes se  repiten, las  desarmo, se vuelven a formar.





Diviso la otra orilla. El sol abraza, ya es medio día. Todo el paisaje tiene el tono rojizo de la tierra.
 Escucho palabras nuevas. Encarnación suena como el nombre de una tía, Paraguay es melodiosa como una guarania. Paseras, mujeres que pasan contrabando hormiga cargan sus bultos en la cabeza, se apresuran a bajar. Una nube de  mbarigüis nos sobrevuela, hay una hilera de karumbés  aguardando  pasajeros. Él nos está esperando. Nuestro chiquito corre a sus brazos con su pelota. Nos abrazamos los tres. El niño es feliz, le basta con saber decir  papa, mamá, gol. No conoce esa nueva palabra: “exilio”.   

Berta L. Temporelli Junio de 2006

Imágenes Google: superior: Ciudad de Ecarnación, Paraguay abajo: Lancha que realizaba el cruce Posadas Encarnación.




jueves, 14 de noviembre de 2013

Ni un pasito para atrás.



                                                    " Un pasito para atrás 
                                                      y no doy ninguno más
                                                      porque ya, ya me olvidé
                                                      dónde puse el otro pié."

"En el país de Nomeacuerdo" María Elena Walsh
                         
                                 
                           
En la biblioteca del barrio  hallé un  material editado por ATE que me pareció muy interesante para el taller que desarrollé este año con los chicos que asistieron.                                                                                       
A partir de la lectura de “Los cuentopos del Gulubú” rieron de las historias de ese mundo de fantasía, mientras escuchábamos las canciones de la  autora de tantas estrofas desopilantes y fueron brotando de las manos de los niños en los papeles recuperados, cual la plantita que creció en un zapato, inmensas y anaranjadas naranjas rodando de la sala al comedor y Reinas Batatas aterrorizadas ante la idea de terminar en un puchero.

Todos esos gratos momentos  vinieron a mi mente cuando me enteré por un noticiero de la aparición de las listas negras de la  dictadura cívicomilitar, y revolviendo aun más la vieja y polvorienta valija de mi memoria,  encontré aquella prueba contundente.
Eran tan peligrosamente hermosas las canciones de María Elena Walsh que la hacían merecedora de estar en una lista negra confeccionada por las  bestias de aquel infierno. Con especial empeño había llevado conmigo al exilio aquel casete y durante los más de cinco años que duró cantamos con mis hijos liberando al viento los versos, para que una vez echados a volar no pidieran ser apresados. Continué  mi  acción subversiva, las peligrosas armas fueron mi mejor herramienta  en el jardín de infantes en el que trabajé, y para completar la operación, antes de regresar al país, le regalé el  temible arsenal que contenía el casete a un joven docente de educación por el arte para que continuara subvirtiendo el orden con a sus pequeños alumnos…

Pero este no es más “El país de Nomeacuerdo” ,  los genocidas pagan  en las cárceles en las que morirán, para  escarmiento de los que están sueltos, de los cómplices que callaron y de los nostálgicos que piden que vuelvan y ya no habrá más “pasitos para atrás”.    

Y los niños y las niñas continuarán  riendo y soñando con la princesa Sukimuki, con la mariposa multicolor que, convertida en el valiente príncipe Kinoto Fukasuka la salvó del aburrimiento y como  el amor de ambos venció a  los caprichos de su padre, el emperador. Los que ya no son niños seguirán tarareando sus melodías, Manuelita regresará de París a reunirse con su tortugo, y más de un grandote añorará huir de la rutina  aunque sea por un ratito a ver como es “El reino del revés”.

Porque a pesar  de que “tantas veces me mataron, tantas veces me morí”;  “tantas veces te mataron”, "tantas veces me borraron, tantas desaparecí"; y “a pesar de los golpes que asestó en nuestras vidas el ingenio del odio”,  seguiremos “cantando al sol como la cigarra” con todas las fuerzas de nuestras voces, las canciones de todos a aquellos a quienes quisieron silenciar. 



                                "Todo está guardado en la memoria, arma de la vida y de la historia"
Leon Gieco.

sábado, 23 de marzo de 2013

Reflexiones de una mujer desnuda.

Acabo de salir de la ducha. Me vestiré más tarde. Los lentes de contacto antes de que se me engrasen las manos. No porque tenga la intención de entrar luego a la cocina. Treinta y cinco años blandiendo cucharones y espumaderas. Suficientes. Tiré todas las recetas a la basura. Ya cepillé mis dientes con fluorogel, fortalece el esmalte. Hoy tomé alendronato, uno por semana. Fija el calcio y evita la osteoporosis, tengo que esperar media hora para desayunar. La crema para los talones. Primero me fracturé la muñeca izquierda, años después rotura de ligamentos en la misma pierna que ahora me fracturé el peroné. ¿De dónde habrá sacado Martha, la que el marido… no, eso es para el monólogo de las solas. Retomo, mi vecina sostiene que todo lo que nos pasa en los miembros del lado izquierdo se relaciona con conflictos con la madre. _Si, con la madre dije, no pongas esa cara de mala desde el portarretratos. Reconozco que después fuiste una leona, en el sentido de jugártela a nuestro lado. Pero cuando fuimos jóvenes te costaba mucho hablar de algunos temas y te disgustabas. Especialmente de “esos”temas. Ya se, tu crianza fue muy dura, ¡Pero cómo me jodiste esa época tan hermosa! “Caer en los brazos de un hombre antes de casarse”, las pibas de ahora se morirían de risa. Si hasta me da vergüenza. A pesar de todo me atreví, aprendí a amar en todas las formas que se aman un hombre y una mujer. ¡Y fui feliz! Al menos he superado la etapa de los parches que me producían alergia, y la del Rontagel, que mi cuerpo tardaba en absorber, andaba toda pegoteada. ¡Más de 15 años de sofocos! ¡Vivan las isoflavonas! Una por día. Después el comprimido para el vértigo. El sobre de glucosalina para el regeneramiento de los cartílagos, no es cuestión que me invada la artrosis. El ibupirax flex al comienzo del dolor de cuello y cabeza. Al válium lo dejo para cuando pasados unos días no afloje el pinzamiento de cervicales. Y vos, Reina madre, como la de Inglaterra, también tuviste tu Imperio. Y fueron de la televisión a filmarte. Presumida, hasta te retrataste con una capa. Es cierto, no cualquiera cumple 100 años. Ni tuviste que envidiar a la mamá de la película de Saura. Cuando llegaste a los 101, los varones jóvenes de tu matriarcado te levantaron por el aire sentada en tu sillón y te llevaron al jardín para que posáramos todos juntos. Mi hijo me hizo abuela y a vos tatarabuela, les cambié los pañales a los dos en la misma época. Tengo que confesarlo, a esa edad también disfruté, no todas las mujeres tienen ese privilegio. Pero decime abuela: ¿Cómo hiciste para llegar a esa edad sin haberte facturado un solo hueso en toda tu vida si nunca tomaste alendronato? Que bello y que cierto es ese texto de Sandra Cisneros acerca de que cuando uno cumple años tiene todos los que cumplió antes. A veces me siento de 17 y desearía bailar el rock desenfrenadamente y quisiera pasear en motoneta con el pelo al viento. O quisiera tener 23, para ir a chapar a Le Papillón. Si quisiera tener 40, con crisis de pánico y todo y 48, como en el 92´, “el año del mono”, tomaba las flores de Bach. Mi hijo me anunció que iba a ser abuela, casi muero. ¡Ser papá a los 18! ¡ Mi primer nieto, qué emoción tan intensa! Ya tiene l4 años, estoy esperando que venga…la cuenta del teléfono, pasa horas hablando con la novia. El gel para el contorno de ojos, disimula las ojeras y atenúa las patas de gallo. Redface para las mejillas con rosácea. Me broto, estrés postraumático. Me visto para matar. ¿Qué remera me pongo? Esta me marca mucho las tetas, mejor esta otra, pero me las achata. Al menos ellas no me dan trabajo. La senografía bilateral dice: no se observan macro ni micro calcificaciones. Al papanicolau no me lo hago más desde la hicterectomía. La sexualidad está acá, en la cabeza, a eso lo tuve siempre bien claro. ¡Qué quilombo hicimos las chicas a fines de los 60´ para poder ir a dar clases o a estudiar en pantalones! Los habíamos adoptado de prepo. Recién en el 73´ los permitieron. Ahora se puede ir en jeans hasta a los casamientos pero ya no puedo usarlos, me oprimen el estómago y tengo hernia de hiato. Ah, pero entes de vestirme, la emulsión corporal humectante… “Tus manos son mi caricia, mis acordes cotidianos” Sonreís. Sabés que nadie me toca. Que vos fuiste el único que me acarició como un hombre. Siempre que lo hacías y me decías: “qué piel suave que tenés”, se me erotizaba hasta el último poro, como cuando tenía veinte años, el cuerpo delgado, los pechos turgentes y me hiciste mujer. “Tu boca que es tuya y mía, tu boca no se equivoca, te quiero porque tu boca sabe gritar rebeldía”. Edad de utopías, también compartidas con vos. Es cierto, a veces me siento joven y tengo ganas de bailar. Nuestro amor es así… La última vez que bailamos... Ahora me parece un siglo y han pasado apenas tres años. Fue cuando cumplí sesenta y me regalaste una serenata de Mariachis. Al poco tiempo puse debajo de tu foto en el diario:” Y porque amor no es aurora ni cándida moraleja”. Si este fuera un monólogo del género podría terminar: “No seré feliz, pero no tengo marido”, o que “lo tengo con agujeritos”, si fuera el del corazón. Pero debo seguir… viviendo, digo, quiero decir escribiendo, bueno ambas cosas. Si, decididamente hoy quisiera tener menos edad. Aunque no resulta bello en este día de calor húmedo sentir que tengo diecisiete, más veintitrés, más cuarenta, más cincuenta, más sesenta ya que me siento como de ciento ochenta. Eso si, lo que no suscribí hace como treinta años cuando lo leí, no suscribo ni suscribiré jamás es ese párrafo que García Márquez pone en boca del segundón del viejo Patriarca: “ ni la vida más dilatada sirve para comprender que no se vive si no que se sobrevive”. Prefiero cantar con los poetas de la trova rosarina, que a propósito de la edad, lucen con más abdomen y menos cabellos.”Sólo se trata de vivir, esa es la historia”, me dice Nebbia desde el CD, y Abonizio me apunta: “Y no hay rima que rime con vivir”. Escrito en 2007