y no doy ninguno más
porque ya, ya me olvidé
dónde puse el otro pié."
"En el país de Nomeacuerdo" María Elena Walsh
En la biblioteca del barrio hallé un material editado por ATE que me pareció muy
interesante para el taller que desarrollé este año con los chicos que asistieron.
A partir de
la lectura de “Los cuentopos del Gulubú” rieron de las historias de ese mundo
de fantasía, mientras escuchábamos las canciones de la autora de tantas estrofas desopilantes y fueron
brotando de las manos de los niños en los papeles recuperados, cual la plantita
que creció en un zapato, inmensas y anaranjadas naranjas rodando de la sala al
comedor y Reinas Batatas aterrorizadas ante la idea de terminar en un puchero.
Todos esos gratos momentos vinieron a mi mente cuando me enteré por un
noticiero de la aparición de las listas negras de la dictadura cívicomilitar, y revolviendo aun más
la vieja y polvorienta valija de mi memoria, encontré aquella prueba contundente.
Eran tan peligrosamente hermosas las canciones de María Elena Walsh que la hacían merecedora de estar en una lista negra confeccionada por las bestias de aquel infierno. Con especial empeño
había llevado conmigo al exilio aquel casete y durante los más de cinco años
que duró cantamos con mis hijos liberando al viento los versos, para que una
vez echados a volar no pidieran ser apresados. Continué mi acción subversiva, las peligrosas armas fueron
mi mejor herramienta en el jardín de
infantes en el que trabajé, y para completar la operación, antes de regresar al
país, le regalé el temible arsenal que
contenía el casete a un joven docente de educación por el arte para que
continuara subvirtiendo el orden con a sus pequeños alumnos…
Pero este no es más “El país de Nomeacuerdo” , los genocidas pagan en las cárceles en las que morirán, para escarmiento de los que están sueltos, de los
cómplices que callaron y de los nostálgicos que piden que vuelvan y ya no habrá
más “pasitos para atrás”.
Y los niños y las niñas continuarán riendo y soñando con la princesa Sukimuki,
con la mariposa multicolor que, convertida en el valiente príncipe Kinoto Fukasuka la salvó del
aburrimiento y como el amor de ambos
venció a los caprichos de su padre, el emperador. Los que ya no son niños seguirán tarareando sus melodías, Manuelita
regresará de París a reunirse con su tortugo, y más de un grandote añorará huir
de la rutina aunque sea por un ratito a
ver como es “El reino del revés”.
Porque a pesar de
que “tantas veces me mataron, tantas veces me morí”; “tantas veces te mataron”, "tantas veces me borraron, tantas desaparecí"; y
“a pesar de los golpes que asestó en nuestras vidas el ingenio del odio”, seguiremos “cantando al sol como la cigarra” con todas las fuerzas de nuestras
voces, las canciones de todos a aquellos a quienes quisieron silenciar.
Leon Gieco.